
Las 4:34. Siempre las 4:34. Llevo días despertándome a esa hora de madrugada. Me levanto y voy al baño a mear. A veces hasta me duermo mientras meo. Ahora lo hago sentado. Hace un mes vino mi novia a verme y me dijo que si meaba de pie salpicaba todo. En ese momento supe que la quería. En ese momento supe que me casaría con ella. Y sentado me pongo a pensar el porqué de las 4:34 y casi me duermo. Quizá es el cabrón del vecino que también sé mea y me corta el sueño. No lo se. Tampoco se si él se sienta en la taza como yo. No creo. Un día se lo dije a mis amigos y desde entonces me joden con la bromita cada vez que voy al baño. Capullos.
Creo que voy a dejar de dormir con camisetas de Metallica. Hace tiempo que dejé ser un heavy de mierda. Ni siquiera se si lo fui alguna vez. Supongo que es lo que tocaba en los 80. Eso y dejarse el pelo largo, llevar pitillos que me comprimían los huevos y pulseras de cuero súper anchas. Ahora entiendo porque no follaba nada, no me extraña. A ellas tampoco les extrañaba. Nos reíamos del pijo del grupo, pero con su mierda de polos Lacoste tocaba más por dentro que por fuera. Creo que tengo como 50 camisetas de grupos de música. Porque antes lo que hacíamos básicamente era ahorrar para ir de concierto, beber botellines de cerveza como autómatas y mirar a las tías como imbéciles. Todo tíos en corrillo como primates. Lo más cerca que habíamos visto a una tía desnuda había sido en el calendario del taller de mi tío o las tetas de Sabrina en nochevieja. No se la cara que pusieron mis padres cuando la lluvia de pezones salpicó la tele pública, pero la mía fue para enmarcar. Si pudiera la pondría como foto en el pasaporte. ¿Algo que declarar? Si, las tetas de Sabrina…
Mi novia se llama Pilar. Yo la llamo mi Pili, su madre María del Pilar y su padre, o sea mi suegro, Pilita. Cojonudo. Si, mi Pili es un poco esnob. Es de esas familias con el suficiente dinero como para tener un Mercedes, pero lo suficientemente escaso como para no haberlo cambiado nunca. El de mi suegro es un 300D de esos de mediados de los 90. No lo cambio por nada, me dice. Claro Ramón, claro, es un cochazo, le digo yo en plan pelota. No lo vas a heredar hasta que te cortes el pelo. Que cabrón mi suegro… Ramón y Eugenia viven en el barrio de Chamberí en una de esas casas de techos altos y enormes puertas de madera con mirillas doradas. Entrar en esa casa es como visitar a los Alcántara en la época en la que Antonio conducía un Supermirafiori. A mi Pili le encanta esa casa porque todavía tiene portero, escalera de mármol y un ascensor de esos con rejilla como para confesarse según subes. He pecado padre; tres Ave Marías y déjame en el quinto chaval. A mi la casa ni fu ni fa, pero con eso de que mi Pili es hija única y que mis suegros están casi instalados en el otro barrio, el tema de la herencia es como apostar a los suecos en Eurovisión. Premio seguro. Tampoco me veo viviendo allí, la verdad. Yo he vivido en el extraradio toda mi puta vida. Pisos colmena, polígonos industriales, chonis, fiestas con toros y calimocho los fines de semana. Un clásico. Pasar de eso a meterme en un piso con vecinas viejas con perros caniches, olor a rancio y balcones con vistas a la casa de enfrente como que no. De ahí a vestirme de Cortefiel, cortarme el pelo y votar a la derecha va un paso. Si ya me joden mis colegas con lo de mear sentado, si les digo que mi casa tiene portero me funden a collejas.
También tengo camisetas de Deep Purple, Led Zeppelin, Slayer, Megadeth, Iron Maiden, Black Sabbath y como no, de Pantera. Mi Pili dice que está cansada de tanta camisetita de concierto. Por eso me compra un pijama cada cumpleaños. Pijamas de rayas con botones, bolsillos y cuellos de pico. No me jodas Pilar. Es del Corte Inglés, me dice, lo puedes descambiar. La última vez lo cambié por un pack de los mejores éxitos de Deep Purple. Puto Corte Inglés. Los cabrones tienen un supermercado para ricos donde los tomates no se llaman tomates sino raf, el carnicero lleva pajarita y el pan lo cogen con pinzas. Buah, mi Pili entra en el Corte Inglés y se cree Victoria Beckham. Yo me entretengo un rato en la sección de discos buscando algo que no sea reggaeton de mierda y ella hace un Pretty Woman en toda regla en los probadores. Mis suegros siempre compran allí. Van al súper gourmet de los cojones y se compran 150 gramos de jamón cocido extra y un trozo de queso manchego. Doña Eugenia es de la Virgen del puño y no suelta un euro. A Ramón lo lleva a raja tabla. No tiene ni para tabaco como para cambiar el Mercedes.
Ayer escuché al vecino. Las 4:33. Que cabrón. Lo sabía. No se si será la próstata que se le activa como un puto reloj Casio o es que el tío no duerme y ve porno a las 4:33. Eso sería una risa. A las 4:34 me levanté a mear. Con lo cómodo que dormía yo con mis calzoncillos y mi camiseta de Slayer, ahora con el conjunto este de Emidio Tucci parezco un puto niño de San Ildefonso. Solo porque el vecino no me jodiera cada noche con la meadita de turno me iría a vivir a Chamberí. Entonces el portero detectaría un próstata madrugadora y al día siguiente me preguntaría que si había pasado buena noche. Le diría que si, me ajustaría el nudo de la corbata y me retocaría mi pelo engominado. Maletín en mi mano, mocasines granates, el reloj Tissot de pedida y un Mercedes blanco en la puerta de casa. Exactamente en el 434 de Cea Bermúdez. En el barrio de Chamberí.