BASIL

Al otro lado del teléfono: Si, ¿Quién es?

Basil: Si hola, ¿Sr. Morty?

Morty: Si, soy yo cojones ¿quién es?

B: Soy yo Basil.

M: ¿Basil? ¿Qué Basil?

B: Joder, Basil el presidente no te jode Morty. Basil, el del barrio.

M: ¿Basil el del barrio?

B: Si joder, Basil ‘no me pegues en la cara que voy a ser actor’.

M: Coño Basil! Serás joputa! Haber empezado por ahí…

B: Ya ves, pensaba que te acordarías de mi y…

M: Una mierda me voy a acordar de ti. No me acuerdo ni del cumpleaños de mi vieja como para acordarme de un capullo como tu…

B: Joder Morty, eres la hostia…

M: Y que Basil, ¿donde andas? Y que cojones quieres de mi.

B: Estoy bien Morty. Un poco jodido porque me echaron del ayuntamiento, pero voy sobreviviendo.

M: ¿Trabajabas en el ayuntamiento? Joder pez gordo, ¿limpiando el váter donde el alcalde pone el culo o que?

B: Nah, en la sala de fotocopias rellenando el puto tóner negro y cargando folios como una mula. Una mierda, pero al menos mangaba bolis y grapadoras día si día también.

M: Jajaja yonqui de la papelería, menudo imbécil… Y que, ¿ya no curras con el gordo?

B: Que va tío. Un día afilé mi navaja de pelar naranjas y rayé una pequeña pollita en el cristal de la fotocopiadora principal. De un día para otro, todos los jodidos papeles oficiales de este pueblo de mierda, tenían una pollita tatuada ‘made in Basil’ al lado de la firma del grasoso del alcalde.

M: Jajajaja que joputa, como se las gasta el puto Basil!

B: Jajaja si, una risa, hasta que la zorra de la secretaria acercó las gafas a la esquina donde ponía, ‘firmado por el puto alcalde’ y vio una pollita con detalles renacentistas en el documento que aprobaba una rampa para los viejos beatos de la iglesia de la calle Lexon. La muy zorra se chivó y a tomar por culo el ayuntamiento, los bolis gratis y las tazas de café de cerámica.

M: Bueno Basil, no te hagas mala sangre. El ayuntamiento de Candville tampoco es la hostia para trabajar. Vete a Tesco que allí al menos te dan un polo rojo y una chapita con tu nombre. ‘Basil el pollita’ ¿En que puedo ayudarle?

En la chapa ponía Basil, pero todos le llamaban ‘El pollita’. Siempre que alguno usaba el mote cerca del manager, este miraba con cara decepción y añadía; Basil, se llama Basil. No utilicen esos términos en Tesco. La familia Tesco no los aprueba… El manager era 20 años más joven que Basil y se subía el pantalón Docker a la altura del sobaco. Siempre llevaba zapatos marrones que brillaban como un puto satélite lunar y un bolígrafo en la mano derecha junto con un pequeño bloc de notas donde apuntaba lo que pensaba o veía en los pasillos de su Tesco de mierda.

Basil: Supongo que el bloc se lo dieron en un cursillo de empresa de esos de liderazgo o mis cojones. Cada vez que apuntaba algo me hervía la sangre. ¿Cómo está hoy nuestro amigo Basil? Y así todos los días cada vez que me veía entrar por la puerta. Bien, Sr. Laramee, decía yo sonriendo con mis cuatro dientes sanos. Hoy va a ser un buen día. Y así el Sr. Laramee decía en voz alta. ¡Esa es la actitud Sr. Basil! Si, la actitud de mierda de un reponedor de 52 años que no quiere volver a perder un empleo. Puto Laramee.

Basil pesaba poco más de 50 kilos y tenía que vestir con el polo rojo de Tesco de mujer porque la talla S de hombre le hacía parecer uno de esos gordos que ganaron un concurso de adelgazamiento de televisión. Basil era un perdedor cualquiera metido en un cuerpo de yonqui. El manager lo contrató pensando que le haría un favor para no recaer en las drogas. Pero aunque Basil era un capullo, nunca le había dado a la heroína. Basil fue jockey de caballos. Si, esos hombres en miniatura que pesan 40 kilos y tienen el culo de acero de dar saltos a lomos de un caballo pura sangre. De ahí lo de los dientes, bueno de ahí porque en una caída en un Campeonato Nacional una herradura salió volando y le dejó sin piños cuando todavía era un pipiolo. Ya sabes, flaco, sin dientes y con un caballo tatuado en el antebrazo, es el premio gordo para parecer el yonqui del mes todos los meses del año. A Basil no le importaba. De hecho más de una vez había tirado del rollo drogadicto para que le dieran la pensión por desempleo y una comida caliente al día en el hogar de los sin techo de la calle Wellington.

Y así, con la excusa de no dejarle volver a las drogas, el imbécil de Laramee previa llamada de Morty, le dio el trabajo de reponedor en Tesco. Laramee parecía un capullo muy digno con su polo abotonado hasta arriba y su reloj Citizen regalo de boda, pero los dientes de Laramee eran todos de cerámica y ese no era jockey de joven precisamente. Laramee. Si, Laramee.

 

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