Casi. En Copenhague.

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En Copenhague hay café. Buen café. En casi todos los sitios. De esos de los que te dibujan corazones en las espumas. De esos que saben bien, joder. Y no hay tazas en la barra. Como pasa en España. Donde entras en un bar gris y mugriento de barrio y en la barra hay 200 platos con sus 200 putas tacitas, 200 cucharillas y 200 azucarillos. Y si no están, no te preocupes que vendrá el camarero de turno y te tocara los cojones lanzando tazas y cucharillas sin parar. Y el tintineo de la cerámica barata sorbida por media España te joderá tanto, que te terminarás yendo del bar. 200 servicios de café en cualquier bar, de cualquier barrio, de cualquier ciudad. Todos preparados como que de repente fueran a parar 200 japoneses sedientos de café quemado y leche barata en su camino a visitar la Sagrada Familia. 

En Copenhague la gente va en bici. Casi todos. Y si andas eres turista. En USA si andas eres pobre. Y si vas en bici eres un inmigrante que limpia lavabos. Y de este modo situamos las clases sociales bien definidas para que nadie se lleve sorpresas. En Copenhague hace frío. Joder para ser octubre hace mucho frio. Pero nadie lleva abrigos de esos de plumas. Llevan chaquetas de paño del H&M. En azul ellos y en gris y rosa ellas. Todos bufanda. Pero hacen como que no tienen frio. Y pedalean erguidos y confiados. Ellas guapas y salidas de un molde sin tara. Ellos guapos casi todos. También feos y bajitos. Inmigrantes como yo seguro. Y así como hacen en USA los rubios juegan de local y el resto de visitantes. Aunque lleven allí toda la vida. Aunque sean terceras generaciones. No eres rubio, no eres de aquí. En UK ha subido el indice de hostias a inmigrantes desde lo del Brexit. Lo dice la prensa. Desde junio ha habido ataques a todo aquel que no hable British estilo Downton Abbey. Y así aunque el color de piel no te delate, tu lengua si. La lengua es rosa para todos, pero lo que sale de ella es racista por naturaleza. Aunque te escondas bajo la camiseta de jugador local. Si hablas estas jodido.

En Copenhague se come bastante bien. Para ser nórdicos no lo hacen mal. No en el centro claro. Allí solo hay basura rebozada y frita en contenedores subterráneos que sirven a todas las calles de la zona mas turística. En un área de 2 kilometros a la redonda se fríen hasta los yogures del McDonalds. Y a todo el mundo le gusta. La gente pasea contenta y compra la misma mierda que en cualquier ciudad europea pero con los precios en coronas danesas. Parece lo mismo, pero es lo mismo. Pero en el centro no hay daneses. O van de paso sin tocarse con la lacra de turistas. Bajitos y morenos. Seguro que sucios y con olor a fritanga.

En Copenhague no hay lavadoras. Al menos en las casas. Edificios viejos, preciosos y apenas reformados en los que viven jóvenes guapos. Casi todos. Tienen un parking de bicis, una zona de juegos infantil y reciclaje de todo tipo de basura. Todo eso en una zona común. Y las lavadoras y las secadoras están en un cuartito. Y todos las comparten. Calzoncillos y camisetas sudadas dando vueltas en un tambor conjunto que no distingue de clases sociales. Solo de fibras. Sintéticas, de lana o de algodón. Y por cada lavado pagan 5 coronas. Por 5 coronas lavas la ropa. Por otras 5 la secas. Y así las fibras usadas que se acumulan en el filtro de la secadora, mezclan lo mas cercano a la piel de todos los vecinos. Y de este modo quizá la próxima vez que te pongas una camisa, habrás heredado algo del vecino del quinto. Quizá sea danes, quiza no, pero interiorizarás su sudor en el tuyo. Y posiblemente sea lo mas cerca que estés nunca de ese vecino. Aunque no lo sepas. Aunque el lave en caliente y tu en frío.

Frío. Hace frío en Copenhague. Joder. Y eso que todavía es octubre.

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