Turista


Las manos manchadas de pintura y una maleta Targus para portátil sin portátil. Le falta el dedo pulgar de su mano derecha. Se baja en Valencia. Le deseo buen día. No está acostumbrado a que nadie le desee una mierda. Me devuelve la sonrisa. En Valencia también se baja el matrimonio que subió en Castellón. Ella lloraba cuando subieron. Él lloraba cuando bajaron. Mi compañero de viaje hasta Castellón se toma un café para llevar, contesta con emoticonos todas sus conversaciones de whatsapp y duerme hasta que se para el tren. Ni hola, ni adiós, ni hasta nunca. Lleva un Apple Watch y un Iphone X, pero las Yeezy de Adidas son falsas. En Valencia se chocan el hombre que se fue llorando y la adolescente italiana que ahora se sienta en el 6D. Abre su maletín de maquillaje y empieza por el perfume, sigue con la sombra de ojos, se pasa la brocha y termina con capas de carmín extendidas con el mimo de un pintor flamenco. Huele como olían las mujeres cuando eran niñas hace 30 años. El auxiliar de Renfe que nos ha recibido repartiendo auriculares, ahora lleva un mandil y ofrece café, agua y caramelos de menta. Proyectan Spiderman en unas pantallas mas pequeñas que el ipad en el que escribo. En el bar amanece a las 8:30. Pasamos Tarragona y el sol se eleva sobre el mar para darnos en la cara a los cinco que estamos en la barra del vagón cafetería. Todos con los ojos cerrados. Joder que bien, pensamos. El café no es tan malo como de costumbre. El sandwich si. El croissant caliente al menos disimula su reciente pasado congelado. 8 euros con 30 céntimos y ya puede usted bajar las manos. Desde Valencia voy solo y en sentido contrario de la marcha. Vuelvo a ver los andenes llenos de escombro, los precarios campos de cultivo y el mismo tipo de Renfe que ahora sin mandil vuelve a repartir auriculares. Hace todos los papeles de la película. Marcha atrás mi vida rebobina mientras el tiempo avanza. La administrativa que decía joder y hostia puta cada vez que el Excel se le iba a tomar por culo, se ha ido a tomar café. Gracias a Dios. El Asus de trabajo de 15 pulgadas y 4 kilos de peso, adolece de obsolescencia incorporada y no para de amenazar con un banner de aceptar o cancelar. El ultimátum antes de la autodestrucción. Su compañero de viaje, también administrativo, trabajaba en un Lenovo algo mas lustroso, pero incluso más grande y más pesado. Eso si, con un Office afinado. Llegando a Alicante todo se seca. En escala de grises y marrones parece que escucho a las chicharras desperezándose para la primavera. Hay palmeras pero no es el caribe. Hay montañas pero no tienen sombra. En los andenes vuelve a haber escombro. Hay polígonos industriales, barrios olvidados en los planes de urbanismo y grúas paradas desde 2007. No hay crisis, decían. Hemos salido de la crisis, dicen.

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