Dale al play y lee maldito, lee…!
Ride the Harley into the sunset.
Ride the Harley into the sunset.
Ride the Harley into the sunset.
Giro en Lenox hacia Lincoln. La única jodida calle de todo South Beach donde no quería entrar, pero no entro, vuelo. Dos asiáticos con camaritas y su puta madre salen del Shake Shack. El take away sale por los aires. Me salpica algo de salsa barbacoa a la cara. La saboreo. Dios, que mierda más buena. Mis pies se levantan del suelo como nunca lo habían hecho. Mi mano derecha aplasta con toda su fuerza un Rolex Daytona. Jackpot. El premio gordo del mes. Bola extra de vida. No lo suelto. No lo soltaría ni muerto.
Ride the Harley into the sunset.
Ride the Harley into the sunset.
Ride the Harley into the sunset.
Giro en Meridian y paso por la puerta del Abuela’s. Estos cubanos saben lo que hacen. La ciudad es suya. Las barras y estrellas son cubanas en Miami. Los gringos son inmigrantes en su propio país. Que les jodan. Que aprendan español o que se muden a Boston y paseen sus perros caros por las calles limpias y jodidamente frías. Si vives en Miami eres latino o eres enemigo. Me paro en el parking al lado del The Garage. Respiro. Me arden los pies. Miro de reojo las colombianas que salen del H&M. Shorts ultra cortos con los bolsillos por fuera enseñando la mitad del salami. Tangas que sobresalen direccionales hacia un culo moldeado por el diablo. Salivo. Recupero algo de aliento. Miro el Rolex. Joder, como pesa. Leo la inscripción: “Para Frank. Que el tiempo siga pasando en estos 50 años de amor. Nancy.” De puta madre Nancy. Ahora tu Frank va a usar un Casio del puto Walgreens. El Rolex es mío. Ahora es mío. Fuck you. En un rato será de cualquier otro que me quiera pagar el mes de vida. Un Rolex, un mes. Un Iphone, 3 días. Un Macbook 1 semana. Y así tarifamos. Como el jodido Best Buy, pero en formato Steal&Sell. Enfilo hacía la playa. Bajo el ritmo. Frank ni ha intentado seguirme. Era infarto seguro si sale corriendo. Paso por la Community Church. Hay una pareja de rodillas cerca del altar. Beso el cristo que cuelga de mi cuello. Sabe a sudor. Me tranquilizo. Frank debe de estar más tranquilo también. Estará sentado en la cafetería del Hotel Delano hablando con los de seguridad. Esos cabrones son muy listos. Algunos me conocen. No me joderán, espero.
Ride the Harley into the sunset.
Ride the Harley into the sunset.
Ride the Harley into the sunset.
Me meto el Rolex en el bolsillo. Estoy reventado. He llegado hasta el maldito Venetian y vuelta a la playa. Peso poco más de 100 libras y hace que no como en condiciones una semana. Hoy Frank y Nancy me pagarán la cena. Me siento entre las palmeras detrás del hotel Loews. Escupo sangre entre mis piernas. Dejo mi mano derecha en el bolsillo y acaricio el cristal del Rolex. Miro el mar. Atardece. Pasan los turistas. Pasan más culos colombianos. Quizá son los mismos. Me inclino sobre mi lado derecho. Joder, estoy realmente agotado. Acaricio el cristal del reloj. Escupo más sangre. Toso. Joder, joder, no puedo respirar. Abro el cuello de la camiseta empapada en sudor. Cojo mi cristo. Lo beso. Sabe a sudor. También a salsa barbacoa. No puedo respirar. Levanto mi mano derecha pidiendo ayuda. El Rolex de oro refleja el puto sol. La gente me mira. Un yonqui de mierda con un Rolex en la mano que escupe sangre y pide ayuda. Me doy por jodido. Pasa una moto. Una Harley. Un día tendré una. Seguro. Como dice la canción. Ride the Harley into the sunset. Ride the Harley into the sunset. Ride the Harley into the sunset…
Texto y fotos por Deportes ilustrados